El tiempo lo medimos en segundos. Es aquella medida con la cuál segmentamos el día, por lo tanto un día tiene ochenta y seis mil cuatrocientos segundos. Pongamos que usamos veinticinco mil doscientos para dormir, el equivalente a siete horas (para evitaros las cuentas), Pues el resto lo gastamos en correr.
No se qué es lo que pasa en las urbes, pero parece que queremos ganarle tiempo al tiempo. Todo el mundo corre por todo y para todo, sin pararse a pensar si verdaderamente es necesario ir a toda prisa a todos sitios.
Vas al trabajo, y vas corriendo; vas a la compra, y vas corriendo; vas al cine y también vas corriendo, incluso para ir a por el pan. En los pasillos y escaleras del metro parece que hay un carril para los normales y el izquierdo para los rápidos, y no te pongas en su camino porque te llevan por delante.
Lo peor de todo es que al final acabas subiendo la velocidad de tus pasos y te ves inmerso en una carrera por llegar el primero a cualquier sitio, da igual donde sea pero !hay que llegar el primero! !Corre Forrest, corre¡¡
Es absurdo, ¿verdad?. Unas veces habrá que correr y otras no. Pues aprovechemos los tiempos para contemplar como corren los demás, mientras nosotros nos dedicamos a disfrutar de las cosas pequeñas que nos da el día.
Día 3. Año 0
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